En el parque solitario, el diablo un buen día cruzó,
Para ver dos ángeles caídos, por el destino juntos renacer,
Ella, noche sin estrellas, abstraída, un velo espeso rodeando la tez,
Su rostro era una cripta, enigma y antifaz de gótica pesadez,
La gente le gritaba loca, a ese otro raro llamaban demente también,
A ella por esperar a su amado que no llega, a él por despechado talvez,
La viuda negra de pies a cabeza, el joven poeta vestido de cuervo a su vez,
Solitaria como la eterna masa, de gente que choca y pasa sin retroceder,
Él, impaciente, perdido en su mala suerte, en su corazón roto por el ayer,
Melancolía hecha terrones, en una tarde de nuestro querido San José,
“Buenas tardes, tiene la hora?”, “Claro joven, son pasadas las tres”,
El poeta acompaña a la vieja, dos fríos cuerpos y mil palomas a sus pies,
Ella el alma marchita, él es rostro de derrota, ambos la suerte patas al revés,
El sol parpadea cansado, dorados crepúsculos en la esquina de la avenida diez,
El mundo es nuestro, nunca lo supimos, quizá nunca nos lo hicieron saber